El hipnotista by Lars Kepler

El hipnotista by Lars Kepler

autor:Lars Kepler [Kepler, Lars]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2009-01-01T05:00:00+00:00


35

Martes 15 de diciembre, por la mañana

Antes de que se cierren las puertas del ascensor, Erik pulsa el botón más de diez veces seguidas. Sabe que no se pondrá en marcha más de prisa, pero no puede evitar hacerlo. Las palabras de su hijo pronunciadas desde la oscuridad del maletero de un coche se mezclan con fragmentos de recuerdos extraños que el vídeo ha removido en su mente. Una vez más oye la débil voz de Eva Blau decir que un hombre con cola de caballo se ha llevado a alguien. No obstante, había falsedad en sus palabras, intuye que la mujer ocultaba algo.

La cabina del ascensor resuena con fuerza mientras desciende con un silbido.

—El caserón… —dice deseando una y otra vez que sólo sea una coincidencia, que la desaparición de Benjamin no tenga ninguna relación con su pasado.

Finalmente el ascensor se detiene y la puerta se abre. Erik se apresura a cruzar el aparcamiento y a descender luego por la escalera. Dos plantas más abajo abre con la llave una puerta de acero y continúa a través del blanco pasaje subterráneo hasta una puerta equipada con un sistema de alarma. Mantiene pulsado el botón del interfono un largo rato, recibe una respuesta renuente, se inclina hacia el micrófono y dice cuál es el motivo de su visita. «Nadie es bienvenido aquí», piensa. En el depósito se encuentran archivadas las historias clínicas de todos los pacientes, todos los estudios, todos los experimentos, las pruebas presentadas en contra de determinados fármacos y algunas más que dudosas investigaciones sanitarias. En los estantes hay miles de carpetas donde se conserva el resultado de pruebas secretas realizadas en posibles casos de VIH durante la década de los ochenta, esterilizaciones forzadas, experimentos dentales con disminuidos psíquicos llevados a cabo en la época en que se iba a sancionar la reforma de la asistencia dental sueca. Se obligó a niños de orfanatos, a enfermos mentales y a ancianos a tener pasta de azúcar en la boca hasta que se les corroyeron los dientes.

Se oye un zumbido en la puerta y Erik se interna en la luz inesperadamente cálida. La iluminación hace del depósito un lugar agradable, nada parecido a una cueva subterránea sin ventanas.

De la garita de vigilancia sale música de ópera: borbotones de coloraturas de una mezzosoprano. Erik se repone, intenta imprimir tranquilidad a su expresión y busca una sonrisa en su interior mientras se acerca a la garita.

Un hombre de baja estatura con un sombrero de paja está de espaldas regando unas flores.

—Hola, Kurtan.

El hombre vuelve la cabeza y se muestra felizmente sorprendido:

—Erik Maria Bark…, cuánto tiempo. ¿Cómo estás?

Erik no sabe muy bien qué decir.

—No lo sé —contesta sinceramente—. La verdad es que en este momento tengo bastantes problemas familiares.

—Ya veo, es…

—Bonitas flores —dice Erik tratando de evitar más preguntas.

—Pensamientos. Me vuelven loco. Conny aseguró que nada podría florecer aquí abajo. «¿Que nada podría florecer aquí?», le dije. ¡Pues mira esto!

—Sí, es estupendo —asiente Erik.

—Instalé lámparas de cuarzo por todas partes.

—Vaya.

—El mejor solárium —bromea mostrando un tubo de protector solar.



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